¿Nunca os habéis planteado por qué las bolsas que te venden en los quioscos suenan tanto?
Tras muchas investigaciones he logrado descubrir que todo es una compleja artimaña tejida por multitud de instituciones. Sorprendidos ¿verdad?. Pues así es, el gobierno nos controla a través de estos advenedizos materiales de plástico. Veréis:
Un buen día, en el recreo, vas a un quiosco cercano y decides atiborrarte a gominolas (algo normal ¿no?), especialmente porque tienes clase de historia al acabar el recreo (aún más normal). Entonces tu llenas tu bolsa de plástico con el medio kilo de gominolas y pagas por tu compra a la quiosquera. Lo que no entiendes es la risa misteriosa de esta cuando te diriges hacia la puerta de salida. ¿¿¿¿ Qué demonios pasa????
En fin, llegas a clase, te sientas y adoptas la postura perfecta para pasar la pesada hora de historia, sin embargo, cuando el profesor se sienta y solo se oye su voz profunda caes en la cuenta de un error en tu planteamiento: Cuando vas a cojer una gominola la bolsa suena.
Parece algo estúpido, pero si lo piensas, tras varios intentos la gente de tu alrededor comienza a mirarte y si me apuráis, el propio profesor. En menos que canta un gallo estas tirado en tu pupitre, sin gominolas y copiando doscientas veces ''no debo comer gominolas en clase de historia'' ¡¡horrible!!
Lo trascendente de esta historia viene al establecer la conexión entre los diversos hechos, ya que el profesorado negocia con los quioscos el uso de las bolsas de plástico porque así se obtienen mejores grados de atención, mejores notas y, en definitiva, mas ingresos para el centro. La trama colegial corre a mano del ministerio de educación, que cuidadosamente había tratado el tema de las bolsas de plástico con los más altos cargos del orden administrativo del país. ¡¡Terrible!!
Manifestémonos contra las bolsas de papel y recuperemos el viejo truco de llenarnos los bolsillos de gominolas para cebarnos en clase de historia sin peligro de ser descubiertos por la desconocida trama de las bolsas de papel o_O
Uno de tantos Felipes